El
sufrimiento de una familia desarraigada.
Los
desplazados en Colombia, abandonados a su suerte:
Diariamente a
Bogotá llegan decenas de familias desplazadas de los cam
Esta es la
historia de Adelaida Martínez y sus 4 hijos menores, nuevos habitantes de esta
gran urbe sin alma llamada Bogotá, Adelaida ahora respira angustia, desolación,
indiferencia en su nueva casa -si así se le puede llamar a su humilde choza- en
el barrio Alaska la localidad de Usme. Ésta mujer y sus hijos huyeron de la
vereda Altamira, municipio de San Carlos de Guaroa en el departamento del Meta.
¿Su esposo? Buena pregunta, responde Adelaida,
“se lo llevaron una noche, lo vi cuando iban cruzando el puente colgante rumbo
a la serranía, después vino el grito, váyanse hijueputas porque si no les
cortamos la cabeza” ella como toda mujer colombiana llena de temple y coraje,
tomó a sus hijos y arrancó rumbo a la
capital sin saber que sería de ella y su familia. “Después de unos días de
bregar un familiar me dio para hacer
este ranchito” dice Adelaida, en este
lugar de una sola habitación, sin más
servicios públicos que la electricidad, cocinan, duermen, se alimentan 4
personas, dos de ellas embarazadas y para colmo de males deben luchar para que
no se roben los plásticos, que son las paredes de la “vivienda”.
La guerra
acabo conmigo dice esta mujer, mientras seca sus lágrimas, que según ella, ya
no salen tanto como antes, “Mi hija
mayor de 16 años tiene 6 meses de embarazo, la segunda de 14 tiene 4 meses y a
las dos las abandonaron los papás de los niños” ella termina esta frase con unos
refranes típicos del país del divino
niño, “Mi Diocito aprieta pero no ahorca, un niño en una bendición del cielo,
viene con el pan debajo del brazo”.
Esta familia
al igual que centenares de desplazadas han sido víctimas del aparato
burocrático y politiquero del estado colombiano, a través de su inoperante
programa: familias en acción, esta entidad no es más que un ente para pagar
favores políticos y ubicar a las personas cuotas burocráticas de nuestros
desprestigiados y detestados políticos, cuando la familia Martínez conoció de
las supuestas ayudas que ofrecía el estado pensó que podría en parte solucionar
sus agobiantes problemas, pero lamentablemente para Adelaida no fue así, ella
fue víctima como millones de colombianos del vil flagelo de la tramitología,
después de dos años de papeleos, de ir de una oficina a otra, en sus tiempos
libres, esta mujer y su familia no ha recibido ningún tipo de ayuda estatal y menos
de las tan conocidas ONG que al parecer se interesan más en conseguir recursos
para su sostenimiento mostrando el dolor y la necesidad ajena como gran excusa
para este fin.
Hoy la
esperanza de esta mujer es poder volver a su tierra, que con tanto esfuerzo consiguió
con su esposo hoy desaparecido, quiere despertarse nuevamente con tranquilidad,
mirar la cara de sus hijos y ver allí alegría, amor, tranquilidad y toda esa
inocencia que esta guerra estúpida les quitó, hoy Adelaida espera un asomo de
vergüenza por parte del estado, ese mismo, que por falta de presencia es
causante de esta nueva vida, realidad de la cual ni ella, ni su familia
pidieron ser protagonistas.
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